El informe revela disparidades por sexo y raza: las mujeres y las personas de color tienen mayores niveles de deuda y más dificultades para pagarla.

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Gerardo Romo / NYC Council Media Unit

Este artículo se publicó originalmente en inglés el 24 de julio. Traducido por Daniel Parra. Read the English version here.

Uno de cada cuatro neoyorquinos está agobiado por la deuda de los préstamos estudiantiles, según los resultados de una encuesta reciente.

La encuesta, realizada por la Community Service Society of New York*, se llevó a cabo por teléfono del 6 de julio al 7 de agosto de 2023 y llegó a 1.758 neoyorquinos.

Reveló disparidades por género y raza, con las mujeres y las personas de color teniendo mayores niveles de deuda y enfrentándose a más dificultades para pagarla.


En todos los rangos de ingresos, los hogares con deuda de préstamos estudiantiles tenían más probabilidades de experimentar graves dificultades económicas en comparación con hogares similares sin dicha deuda, lo que plantea dudas sobre si la educación superior sigue siendo una vía segura para la movilidad ascendente. 

City Limits habló con Carolina Rodríguez, coautora del informe “The True Cost of a College Degree” (El verdadero coste de un título universitario) basado en la encuesta. Como directora del  Education Debt Consumer Assistance Program (Programa de asistencia al consumidor de deuda Educativa), Rodríguez ayuda a los clientes a crear y aplicar un plan estratégico para hacer frente a su deuda.

La deuda de los préstamos estudiantiles se ve agravada por el elevado coste de la vida en Nueva York, explicó, donde gastos como el alquiler y el seguro médico pueden ser considerables, mientras que los salarios permanecen estancados.

“Si se tiene en cuenta lo que cuesta, digamos, una educación de cuatro años, y los salarios y la capacidad de obtener ingresos, no se obtiene la cantidad necesaria para poder hacer frente al costo de la vida y pagar la deuda en un plazo razonable”, dijo Rodríguez.

Uno de los clientes de Rodríguez obtuvo préstamos estudiantiles hace casi dos décadas. Dejó de pagar la deuda y se declaró en quiebra, pensando que era la mejor solución, pero sólo consiguió una reducción del total de su deuda de préstamos estudiantiles y siguió teniendo que hacer pagos.

El proceso para ayudar a su clienta a obtener algún alivio de esa deuda fue largo y complicado, dijo Rodríguez. Aunque la prestataria había sido empleada del servicio público durante muchos años, no pudo beneficiarse de ningún programa de condonación de préstamos estudiantiles.

“Realmente habla de la complejidad de nuestro sistema que incluso aquellas personas que intentan obtener algún alivio a través de la quiebra, por ejemplo, pueden no darse cuenta de que pueden no obtener un alivio completo y podrían luchar durante años y años”, dijo Rodríguez.

Otro caso sorprendente le ocurrió a un padre que había pedido un préstamo de $100.000 dólares para que su hijo fuera a la universidad. Al no poder permitirse un plan de amortización, era sólo cuestión de tiempo que dejara de pagar el préstamo.

El impago puede tener consecuencias nefastas, como la retención del salario por parte del gobierno, o una reducción de hasta el 15 por ciento de los fondos de la Seguridad Social, incapacidad o jubilación. Las deudas de préstamos estudiantiles no prescriben, por lo que las repercusiones legales pueden producirse indefinidamente.

“Cada vez son más los padres que piden mucho dinero prestado, y el problema es que no tienen las mismas opciones de reembolso que la gente cuando pide préstamos para su propia educación”, dijo Rodríguez. “Así que se encuentran en este limbo en el que no pueden permitirse ningún plan de amortización”.

Una laguna jurídica del Parent Plus Loan —un tipo de préstamo que se cerrará en julio de 2025— permite a los padres que consolidan varios préstamos acceder a un plan de amortización más flexible. El cliente ya había consolidado varios préstamos, pero necesitaba uno más para poder acogerse al programa. Esto le llevó a la irónica posibilidad de tener que volver a la escuela para obtener otro préstamo, con el fin de calificar para el plan de pago más asequible.

Rodríguez y su equipo descubrieron que los prestatarios con bajos ingresos son los más afectados, pero no son los únicos que tienen que hacer frente a la deuda de los préstamos estudiantiles. Más de la mitad de los hogares neoyorquinos de ingresos moderados a altos que tienen este tipo de deuda afirman sufrir tres o más dificultades económicas, como gastos de transporte, elevados costes de guardería y ahorros reducidos.

El estudio propone una serie de soluciones, entre ellas la reforma de la declaración de bancarrota y programas de enseñanza superior pública más asequibles. Rodríguez afirma que quienes ya tienen deudas por préstamos estudiantiles no deberían retrasar el momento de afrontarlas, buscando asesoramiento financiero cuando sea necesario. Los estudiantes que estén pensando en obtener un título deberían solicitarlo en varias instituciones, sopesando cuidadosamente la ayuda financiera ofrecida por cada una de ellas en función de su potencial de ingresos tras la graduación.

“Si tardas dos décadas en ver el retorno de la inversión, ya has perdido mucho tiempo para poder ahorrar para la jubilación, comprar una casa y dedicarte a todas las demás actividades que pensabas que te permitiría obtener un título”, aconseja ella.

*Community Service Society es uno de los financiadores de City Limits.

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