El porqué las personas LGBTQ Latinx están sufriendo un impacto económico desproporcionado se debe a que, como en todas las crisis, los más marginados suelen ser los más afectados.
Es un hecho: la pandemia ha golpeado desproporcionadamente a los latinos y entre ellos, parece que aún más a los latinos miembros de la comunidad LGBTQ. Digo parece porque los informes mensuales de empleo y desempleo publicados por la oficina de estadísticas laborales de los Estados Unidos no incluyen información sobre orientación sexual e identidad de género.
Desde antes de la pandemia grupos de defensa y académicos vienen pidiendo que se incluya a las personas LGBTQ en la recopilación de datos del gobierno. “Es importante incluir esta información para poder desglosar el impacto”, dice Daniel Reyes, director de programa en el Centro Comunitario para Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales de la ciudad de Nueva York, más conocido como The Center.
Este impacto diferenciado se sabe por estudios independientes o por encuestas de organizaciones que trabajan en pro de la equidad de los derechos de las personas LGBTQ. Por ejemplo, la más reciente encuesta de la Campaña de Derechos Humanos (Human Rights Campaign) muestra que 40 por ciento de los encuestados latinx LGBTQ vieron sus horas de trabajo reducidas mientras que los latinos tuvieron una tasa del 32 por ciento. Aún más baja estuvo la tasa de las personas LGBTQ, 27 por ciento, y de la población general de la muestra, 21 por ciento.
Para Ty Cobb, director de iniciativas estratégicas en la Campaña de Derechos Humanos, el porqué las personas LGBTQ Latinx están sufriendo un impacto económico desproporcionado se debe a que, como en todas las crisis, los más marginados suelen ser los más afectados. “Sabemos que las personas LGBTQ Latinx, junto con muchas otras personas LGBTQ de color, históricamente han carecido de acceso al poder y están luchando durante años contra la desigualdad sistémica en nuestras instituciones”, dice Cobb en un comunicado a City Limits.
Además se sabe que en general, las personas LGBTQ trabajan en gran medida en las industrias que vieron grandes recortes, “como restaurantes o comercios minoristas, por lo que no es una sorpresa ver que los que están marginados han perdido sus trabajos o han perdido horas de trabajo en porcentaje mucho mayor”, agrega Cobb.
En el estado de Nueva York, el 5.1 por ciento de la población se identifica como LGBTQ y de estos el 20 por ciento es Latinx, de acuerdo con el Williams Institute en la facultad de derecho de Universidad de California en Los Angeles, UCLA por sus siglas en inglés.
Según Reyes una gran porción de LGBTQ Latinx trabaja en las industrias de recreación y alojamiento —que incluye además el sector de servicios de comida, hoteles y restaurantes—. “Tengo amigos que trabajaban en hoteles que aún están sin empleo”, dice Reyes por teléfono.
Los bartenders
Anthony Sanabria es gay y perdió su trabajo como ayudante de bartender el 15 de marzo. Desde ese domingo, no ha vuelto a encontrar un trabajo estable. Desde marzo han muerto por COVID-19, 13 clientes que Sanabria solía ver en el bar.
Su mejor amiga, una mujer trans de 14 años también murió por COVID-19. “Era como una mamá, como una hermana y una amiga”, dice Sanabria por teléfono. “Me llamaron a las siete de la mañana. Me impactó. Caí sentado. Luego me dicen que me desmayé”.
En marzo también murió Lorena Borjas, la activista trans, para muchos madre de la comunidad trans Latinx en Nueva York. “Por un mes caí en depresión. Parecía como un loco. No comía casi. Era llorar y llorar y me iba a las nubes pensando qué iba a hacer, sin el apoyo de nadie. Cerré las redes sociales. No quería saber de nadie”, dice Sanabria entre pausas con voz endeble.
Cuatro amigos de Sanabria han muerto y otros varios hombres heterosexuales que conocía. Según la campaña de derechos humanos, las personas LGBTQ latinas encuestadas no solo reportaron mayores índices de desempleo, sino además un porcentaje mayor de problemas financieros, “causando que muchos hagan cambios en sus presupuestos y pidan retrasos en el pago de diversos gastos por necesidades”, dice el reporte.
Sanabria por ejemplo, tuvo con qué pagar el arriendo de su cuarto en Queens hasta mayo. Desde entonces no ha podido pagar más la renta. Sin embargo desde abril, su arrendatario lo ha acosado de muchas formas.
“Ella me ha pedido el cuarto cuatro veces, todas por mensaje de texto. Cuando se trata de cobrar no le gusta darme la cara. La cuarta vez llamé a Bianey y ella me dijo que llamara a la policía”, dice Sanabria.
Bianey García-D la O, activista político y organizadora de derechos trans, dice que ha “visto que no solo es falta de comida y dinero sino el acoso de los caseros. Te cortan la luz, cambian las chapas y las personas tienen que aguantar la hostigación”.
Entre la comunidad LGBTQ, la situación de las mujeres trans es la más difícil porque es mucho más raro encontrar un trabajo que las acepte. “Sé que muchas han recurrido a utilizar drogas o alcohol para olvidar. En mi caso, yo había dejado de fumar cigarrillos, lo había dejado hacía años pero por el mismo estrés volví a fumar cigarros y mariguana”, dice García-D la O.
Sanabria llamó a la policía ese día y los agentes le explicaron a la arrendataria que no lo podía desalojar. Dos días después, ella quitó la estufa y los dos roommates se molestaron con Sanabria.
García-D la O ha visto que en el caso de las mujeres trans, por ejemplo, los arrendatarios han instalado cámaras en los corredores, en las cocinas, en la entrada de la puerta para vigilar quiénes están en cuarentena. “Eso empezó a raíz del coronavirus”, García-D la O.
Desde julio, cuando Sanabria llamó a la policía por primera vez, la arrendataria ha estado más pendiente de las cámaras que ya estaban instaladas antes de la pandemia. Constantemente le pregunta por qué vienen a visitarlo y qué hacen durante las visitas.
“Mis amigos vienen y me traen comida o vienen para acompañarme”, dice Sanabria.
Además ha cortado el agua caliente, ha quitado el lavaplatos y tirado a la basura cosas como un martillo y una mesa que eran propiedad de Sanabria.
En agosto la arrendataria le dijo que iba a poner la casa en venta y a los pocos días se fue uno de los dos roommates. Dos semanas más tarde, ella le dijo a Sanabria que la casa se había vendido. Agentes inmobiliarios han visitado la casa desde entonces. El anuncio de “Se Vende” todavía está en en la entrada de la casa.
“Tuve que llamar a la policía una segunda vez porque ella intentó correr a mi visita”, dice Sanabria. “La policía vino y habló con ella otra vez. Ella no puede botarme”.
Cuando llegan a ser desalojados, “lo que hemos visto en The Center, es que jóvenes y viejos [LGBTQ], regresan a la familia biológica. Se van a los hogares donde no les reconocen su identidad de género”, dice Reyes.
El lado positivo que resaltan tanto García-D la O como Sanabria, es que en medio de la crisis, la necesidad, la falta de dinero y comida, “se han creado lazos de amistad. Muchas personas de la comunidad LGBTQ, nunca habían hecho colectas de comida o de dinero y todo esto nació durante la pandemia”, dice García-D la O.